El cierre del 2025 de la selección argentina fue con gusto a poco. Un 2-0 frente a la modesta Angola en un marco armado para un festejo político en el que el fútbol pareció ocupar un papel secundario y donde el desempeño del equipo estuvo alejado de lo que se espera del campeón del mundo.
Pero ese contexto, tal vez ajeno y lejano, fue solo el telón de fondo en el que tomó forma un sueño que se había negado en tres oportunidades: Kevin Mac Allister (27 años) se calzó por primera vez la camiseta celeste y blanca de la selección nacional. “En 2017 tuve la rotura del ligamento cruzado de la rodilla izquierda durante un entrenamiento antes del Sudamericano Sub 20 de Ecuador. En ese equipo jugaba con Lautaro Martínez, Exequiel Palacios, Lisandro Martínez, Cuti Romero y Santiago Ascacíbar, entre otros, y esa fue la primera vez que se me negó”, le dice a LA NACION el segundo de los hermanos Mac Allister. En Angola, ingresó a los 15 minutos del segundo tiempo en reemplazo de Giovani Lo Celso en su debut en la selección frente a Angola en el que volvió a compartir equipo con su hermano Alexis igual que lo hicieron en Argentinos Juniors.
La segunda vez que se le cerró la puerta fue unas semanas antes de viajar al torneo de L’Alcudia, en España, en 2018. Kevin fue parte del proceso previo, pero con el cambio de cuerpo técnico -el fin del ciclo de Jorge Sampaoli y el comienzo del proceso de Lionel Scaloni- llegó también un reperfilamiento del plantel. Finalmente, no viajó a Valencia.
La tercera oportunidad de representar a Argentina fue en 2021, cuando la selección sub 23 dirigida por Fernando Batista se preparaba para participar en los Juegos Olímpicos de Tokio. “Me convocaron para un partido de preparación frente a Japón donde no tuve un buen desempeño y me quedé afuera nuevamente”, explica Mac Allister.
Pero esta vez la buena fortuna estuvo de su lado y la previsión de sus padres fue clave para que Kevin se pudiera sumar a la convocatoria frente a Angola: una condición ineludible para viajar a África era haberse dado previamente la vacuna contra la fiebre amarilla. “Cuando éramos chicos mi hermano Francis viajó a jugar a Misiones con Argentinos Juniors. En ese momento, mis viejos decidieron darnos la vacuna a los tres. Unos años después, cuando estaba en reserva, jugamos en la India y me la volví a dar por lo que esta vez estaba doblemente cubierto”, cuenta el exdefensor del Bicho de La Paternal y actual jugador del Union Saint-Gilloise de Bélgica.
“Si bien tuvo un poco de sabor a revancha, aprendí que siempre hay que mirar para adelante, porque lo que pasó, pasó y no se puede cambiar. Disfruté enormemente los días previos, de ese momento y la oportunidad que se me presentó”, dice Kevin, que fue el primero en correr a abrazar a Leo Messi cuando el 10 anotó el segundo tanto de la victoria; su particular sonrisa dio la vuelta al mundo porque entre sus dientes brillaba un protector celeste. “Jugando en Argentinos Juniors tuve un choqué con mi arquero y del golpe se me aflojaron algunos dientes. En 2024, en un partido por Conference League contra el Eintracht Frankfurt me dieron un codazo y esa vez fue un poco más complicado. Desde ese partido le prometí a Tati, mi esposa, usar protector bucal. Y lo cumplo, porque si no, me cierran la puerta de casa”, bromea el jugador, que en abril de ese mismo año anotó su primer gol en Union Saint-Gilloise frente a Royal Ambers y en el festejo mostró su protector, en un claro mensaje a su pareja: estaba cumpliendo con lo comprometido.
En 2024 también recibió un fuerte golpe que le provocó una fractura en el rostro. Como decidió continuar jugando, tuvo que usar durante unos meses una máscara protectora: “Mi estilo de juego es el de ser agresivo en el contacto, de dar todo y un poco más en cada jugada, y eso a veces implica un poco de riesgo. Es mi rol y lo asumo como una parte más del juego. Cuando usaba la máscara me olvidaba que la tenía puesta y era como si no estuviese. Mi esposa dice que parezco más un jugador de rugby que un futbolista”, explica Mac Allister, que se casó con Tatiana Batista en junio último.
Los Mac Allister son una familia totalmente ligada al fútbol. Los tres hermanos varones, Francis, Kevin y Alexis son futbolistas, igual que sus primos; Luciano Guaycochea juega en Indonesia y Nicolás, hoy director deportivo del Deportivo Maldonado de Uruguay, participó en el ascenso de nuestro país. Son hijos de Carlos Javier, aquel marcador de punta aguerrido que se destacó en el Boca campeón de 1992 y que en 1993 jugó con la selección en aquel recordado repechaje frente a Australia para el Mundial de Estados Unidos junto con Diego Maradona en el equipo. Su tío Carlos Patricio, el hermano del Colo, también se destacó en Estudiantes de La Plata; y el abuelo materno, Carlos “Pocho” Riela, fue un hábil delantero que matizó su rol como gerente de banco jugando al fútbol en el Club Cochicó de Victorica y en Racing de Eduardo Castex, ambos clubes pampeanos.
Pero Kevin le agregó un ingrediente a esta familia, que parece predestinada a correr detrás de una pelota. Formó familia con Tatiana Batista, la hija de Fernando Bocha Batista, exentrenador de la selección de Venezuela. En los próximos días la pareja sumará un nuevo integrante al clan con la llegada del primer varón de la nueva generación luego del nacimiento de la hija de Alexis, Alaia. “Va a ser difícil que Máximo (así se llamará) no juegue al fútbol”, afirma Kevin con un orgullo de futuro padre difícil de disimular.
Kevin matiza el diálogo y hace alguna pausa para pensar la respuesta y tomar un mate, un hábito que solo abandona cuando juega al fútbol; el termo es un compañero casi inseparable. De perfil bajo y costumbres austeras, prefiere la vida en familia, disfrutar de una película y mirar todo el fútbol que está a su alcance. A diferencia de otros deportistas que tienen debilidad por las prendas de diseño y las marcas caras, Kevin viste una remera de esas que se compran en los parques de diversiones norteamericanos por un puñado de dólares. Usa muy poco la primera persona del singular y el “nosotros” se repite consistentemente a lo largo de sus descripciones, lo que deja en claro su manera de ver el fútbol.
Cuando recibió la citación para conformar el plantel de la selección que jugó frente a Angola, Kevin les agradeció a sus compañeros y les dijo que él creía que el logro también era de ellos y su mensaje se multiplicó a través de las redes sociales. “Para que mi juego se luzca, yo necesito que el líbero me cubra bien la espalda cuando me proyecto; cuando me cierro necesito que el carrilero sobre mi derecha esté atento para seguir a su marcador y no nos desborden; cuando doy un pase para adelante necesito que el volante interno reciba bien perfilado. Un pelotazo largo a un delantero se convierte en algo valioso cuando la pelea, la recibe y la aguanta, y logra que eso se convierte en un ataque. Este es un juego individual y a la vez colectivo, donde es muy difícil destacarse si el resto del equipo no cumple con su parte. Es por eso que les agradecí a todos mis compañeros, porque si desde la selección se fijaron en mí es porque ellos también aportaron con su trabajo”, dice Mac Allister, que refuerza su mirada con ejemplos: “Jugadores de nuestro equipo recibieron igual que yo su primera citación a sus selecciones, y eso internamente lo festejamos como un logro de todos”.
Tras su salida de Argentinos Juniors en 2023, Kevin se sumó a Union Saint-Gilloise, un club que volvió a primera división en 2021 y que hacía 90 años no alzaba una copa. Luego de quedar a las puertas de consagrarse campeón el año anterior, en 2024 ganó la Liga de Bélgica además de la Supercopa de ese país. El título les otorgó el ticket para disputar la Champions League, donde debutaron con un triunfo de visitantes frente a PSV Eindhoven con un gol de del defensor argentino, que selló el resultado del encuentro.
“En Union Saint-Gilloise construimos una cultura de esfuerzo y de entrega que nos permitió ser campeones y ahora seguir peleando por cosas importantes. Es un equipo que todos los años vende varios jugadores y donde hay muchas caras nuevas, por eso los que estamos desde hace tiempo tenemos el compromiso de liderar y de transmitir nuestro estilo al resto”, destaca Kevin, que vive el fútbol con enorme pasión. “Me enoja mucho cuando estos valores no se ven reflejados en la cancha. Si pierdo, el veneno me dura tres días; y me molesta ver que un compañero lo vive de manera liviana. Me ha pasado escuchar después de una derrota que llaman a la casa para ver qué van a comer cuando hace 10 minutos perdimos; en ese momento muero de bronca. Pero también fui aprendiendo que son culturas distintas y que no todos vivimos de la misma manera”, cuenta Kevin. Desde su llegada, y a pesar de la dificultad de jugar en un equipo en el que convive con jugadores de todo el mundo y donde el idioma a veces es una traba, se alzó como líder y ocupó el lugar de capitán en varias ocasiones. “Nunca tomé clases de inglés; aprendí escuchando y repitiendo, y también viendo películas y series. Desde el primer día me largué a hablar de la manera en que me salía y hoy ya lo hago de manera fluida. Incluso muchas veces me toca hacer de interprete de algún compañero”, dice Kevin, que comparte plantel con futbolistas de más de 10 países diferentes y sostiene que en un campo de juego con gestos y miradas se rompen barreras poder comunicarse es muy importante. “Poder preguntarles a tus compañeros cómo están, cómo se sienten y tener un dialogo más profundo ayuda a construir la relación. En un equipo cuando los vínculos son fuertes se nota la diferencia. Una de mis satisfacciones, más allá del fútbol, es haber aprendido otro idioma y haberme adaptado sin problemas a una cultura que no es la nuestra”.
Kevin llegó a Bélgica con intención de seguir creciendo y lograr dar un segundo paso a una de las cinco ligas grandes de Europa, pero el destino quiso que ese plan se modifique y luego de casi tres años se convirtió en un referente en la zaga del histórico club de Bruselas. Por ahora, su plan es seguir defendiendo la casaca azul y amarilla de Royale Union-Saint Guilloise: “Hoy prefiero seguir compitiendo por ganar títulos en lugar de ir a una liga como la italiana o la española de más prestigio, pero tener que pelear por no descender”, sentencia Mac Allister, que sostiene lo que dice con hechos: su equipo marcha puntero en la liga y lucha por un lugar en los playoff de la Champions League. “Está difícil porque perdimos puntos en partidos en los que merecimos un poco más y ahora nos toca frente a Bayern Munich de visitantes y luego contra Atalanta en casa. Es difícil, pero todavía tenemos una chance y vamos a pelearla”, explica. Kevin cree que la posibilidad de participar en el torneo europeo más importante es una oportunidad más de mostrar su nivel de juego y pelear por un lugar en la selección para el próximo Mundial, lo que sin dudas es su gran sueño. “Compito con grandes jugadores que ya fueron campeones del mundo y que juegan en las mejores ligas. Sé que es difícil, pero la ilusión siempre está”.
Si bien el club dónde juega es de Bruselas, la capital de Bélgica, él y su esposa decidieron establecerse en Amberes, a 45 minutos de viaje en auto del sitio donde entrenan. “Acá es mucho más tranquilo, la ciudad es muy linda y más relajada que Bruselas. Podemos salir a caminar, a pasear con absoluta tranquilidad porque no hay problemas de inseguridad y la gente es extremadamente respetuosa”, explica Mac Allister, “si no te adaptas a vivir en Bélgica tendrías que pensar que el problema sos vos y no el lugar, porque acá te la hacen muy fácil, más allá de que siempre se extraña a Argentina y la familia. Mis viejos vienen y pasan unos días acá y otros con Ale, lo mismo la familia de Tati, que seguramente vendrá en unos días a visitarnos y a acompañarnos en lo que vendrá”.

