Santiago Soldati, protagonista de una vida de películaSantiago Soldati, protagonista de una vida de película

Santiago Soldati, íntimo. Su educación junto reyes y príncipes, las tragedias que marcaron su vida y su consagración como empresario durante las privatizaciones de los 90

2025/12/19 12:15

Fue uno de los empresarios más exitosos de la Argentina, de esos que en los 90 presentaban como “los dueños de la Argentina”. Se educó entre nobles y aristócratas. Uno de los amigos de aquellos tiempos, con quien se habla aun hoy, es el rey emérito Juan Carlos de España. “Lo conocí cuando era príncipe, lo llamábamos Juanito”, recuerda. También sufrió en carne propia el horror de la historia argentina. Fue secuestrado por Montoneros, estuvo cinco días cautivo y recién fue liberado cuando pagaron el rescate. Su padre no tuvo tanta suerte: directamente, fue asesinado. Sí, también por Montoneros, el grupo liderado por Mario Firmenich. Luego, otro golpe trágico, la muerte de su hermano mayor en un accidente mientras jugaba al polo, lo puso al frente de la empresa familiar. Bajo su conducción, el holding atendió todo tipo de negocios: electricidad, gas, agua, teléfonos, televisión, ferrocarriles, combustibles... ¡hasta un parque de diversiones! Fue el gran protagonista de las privatizaciones del “menemismo”. Dijo, lo repite siempre, que como hombre de negocios se sentía obligado a participar en cada licitación. Distendido, en dos horas de charla con LA NACION, también dirá -sin ponerse colorado- que en su juventud fue “muy mujeriego”. Sin embargo, ostenta un récord cada vez menos común entre sus pares: lleva 55 años junto a su mujer, Eva Thesleff, finlandesa de nacimiento, la madre de sus tres hijos.

Santiago Soldati tiene 82 años. Vivió en distintos lugares del mundo, pero siempre mantuvo su hogar en este edificio del barrio de Retiro, a orillas de la calle Cerrito. Solo se mudó unos pisos más arriba cuando murió su padre. Si bien está retirado, no pierde las costumbres de hombre de negocios. Se acomoda en el centro de la mesa del comedor, ofrece café e invita: “¿No preferís mejor sentarte acá, enfrente?, así te puedo ver”.

Santiago Soldati, protagonista de una vida de película

Los Soldati, de Lugano

“Nací el 11 del 2 del 43, el día de Nuestra Señora de Lourdes”, detalla Santiago mientras juega con un anillo que lleva en su mano izquierda. “Tiene el sello familiar, con San Jorge matando al dragón. Es de mi familia suiza, que es antiquísima”, explica.

A continuación, con mucho orgullo, cuenta que hay dos barrios de la ciudad de Buenos Aires que están íntimamente ligados a la historia de su familia. Uno, el más obvio, es Villa Soldati: su tío abuelo, Giuseppe (José Ferdinando Francisco) Soldati, fue el último dueño de esas tierras, quien las subdividió y quien las vendió para que naciera el barrio. El otro es Villa Lugano, que tuvo el mismo origen. “Se llama así porque los Soldati provenimos de Lugano”, explica.

-¿Cómo llegan los Soldati a la Argentina?

-Mis abuelos, Pío Soldati y María Pía Vali, llegaron al país antes de que estallase la Primera Guerra Mundial. Tenían miedo de que Alemania invadiera Suiza y eligieron comenzar una nueva vida acá. Se vinieron en barco. ¿Qué hicieron? Empezaron con sus negocios: compraron muchos terrenos y en 1916 fundaron la Droguería Suizo Argentina, que fue de la familia durante muchísimos años. En 1908 nació mi padre. Cuando cumplió 8 años lo mandaron para Suiza, donde estudió Ciencias Económicas. Se graduó y luego un hizo un doctorado. Recién cuando terminó, se volvió a la Argentina y al tiempo conoció a mi mamá, María Elvira Láinez Peralta Alvear.

-La raíz argentina de la familia.

-Cien por ciento argentina. Mamá era hija del senador Manuel Láinez. Ellos tenían la Editorial Láinez, publicaban El Diario (lo hacían en Callao y Juncal, una casa francesa muy linda, ahí atrás tenían la imprenta) y revistas Tit-Bits, El Gorrión… Fue periodista, impulsor de la Ley Láinez de educación. Mamá y papá tuvieron cinco hijos, entre el primero y la última había solo seis años de diferencia: Francisco, Alejandro, después vengo yo, María Pía y Verónica. Nacimos acá pero somos suizos, porque en Suiza la nacionalidad se mantiene.

-¿Tenés buenos recuerdos de tu infancia?

-Muchos. Vivíamos en Copérnico 2371, en La Isla, y estudiábamos en el Belgrano Day School. Me acuerdo que nos tomábamos el tranvía hasta Cabildo y Juramento y luego caminábamos. Hasta que a los 9 años entré pupilo al San Jorge, en Quilmes, donde dormía en un dormitorio enorme con otros 20 chicos.

– ¿Cómo fueron esos años como pupilo?

-Allí estábamos todos: mis hermanos mayores, mis primos… excepto Johnny Cahen d’ Anvers, el hermano de Mónica, que iba al San Andrés, y ahí había pica. Fue un momento muy interesante de mi vida. Todos los domingos teníamos que escribir una carta a nuestros padres, pero ellos podían visitarnos un sábado cada tres semanas. Mis padres se quedaban poco tiempo porque de a ahí se iban al campo, a La Elina, la estancia familiar de mis abuelos en San Miguel del Monte. Ahí nos juntábamos con los primos Láinez, los Cahen d’ Anvers y los Estrada.

Los primos Soldati, Láinez y Cahen d' Anvers (con Mónica, en la izquierda) en La Elina

-¿Te recibiste en el San Jorge?

-No, estuve hasta los 14 años, cuando volví al Belgrano Day School. Me recibí a los 16 años porque rendí un año libre. Lo hice rápido porque quería seguir el camino de mis hermanos que se habían ido a estudiar a Lausanne, Suiza. Éramos muy unidos. Y en esos años, los 70, el vuelo a Lausanne demoraba 36 horas. No había aviones de larga distancia, se hacía: Buenos Aires, Montevideo, Río, Recife, Dakar, Portugal, Madrid y Ginebra. Yo era chico, tenía 17 años recién cumplidos cuando me tocó viajar. Allá empecé la universidad. Aunque el plan original de mi padre era otro.

-¿Qué plan tenía tu padre para vos?

-Él quería que yo fuera a estudiar ingeniería a Zúrich, en la mejor escuela de ingeniería de Europa. Así que me puso a estudiar alemán dos años con profesoras de la Goethe-Schule. Cuando estaba por tomar el avión para ir a Zurich, le dije a mi papá “hablo alemán, pero no para un nivel universitario”. Yo había hecho cuarto y quinto año al mismo tiempo y las matemáticas me complicaban un poco... ¡si a esto le sumaba alemán! Imposible. Papá me dijo “Bueno, andá a vivir a Lausanne con tus hermanos”. Y allá fui, feliz. Empecé ingeniería en francés.

-Sin embargo, no terminaste la carrera, no sos ingeniero.

-No. En la universidad me encontré con un amigo italiano, Claudio Bartolini, que había vivido en Mar del Plata muchos años, y descubrimos que los dos estábamos igual: nos faltaban matemáticas y la ingeniería es 100 por ciento matemáticas… Hicimos un año y nos retiramos juntos. Enseguida empezamos a estudiar Ciencias Económicas.

-Al final, seguiste el camino de tu padre.

-Era lo que te tocaba, papá elegía. Él era hombre de negocios y nos preparaba para hacernos cargo de las empresas de la familia. El problema es que yo era muy joven y en Lausanne había muchas chicas que también vivían pensionadas. Y le dediqué mucho tiempo a la vida nocturna. Mi padre, que también había pasado por eso, lo sabía. Y me había advertido: a la primera que hiciera, me traía de vuelta.

-¿Además de estudiar y disfrutar de la noche, qué otras actividades hacían en Europa?

-Los tres hermanos compartíamos un Volkswagen Escarabajo beige que nos había regalado papá, en el que gastábamos nuestra mensualidad. Viajábamos por Europa, nos convocaban para jugar al polo y nosotros íbamos. El polo nos abrió muchas puertas.

-¿También eras polista?

-Todos en la familia jugábamos al polo. Yo había aprendido de chico en el campo, en Monte. Así empezamos a jugar con Porfirio Robirosa, el famoso playboy dominicano, y con los argentinos Harriot.

-¿Jugaste de manera profesional?

-No, nosotros no éramos profesionales. Para ellos éramos jugadores gratis. Estaban felices de que jugáramos al polo sin cobrarles, así que nos pagaban los viajes, nos prestaban los caballos y nos invitaban a todas las fiestas. Nosotros esquiábamos, conocíamos chicas... ¿Si era mujeriego? Sí, después te cuento (ríe).

En su casa, de la calle Cerrito

-Entiendo que en aquellos años, junto a tus hermanos, hiciste una red de contactos importante.

-Había mucho europeo rico que vivía en Suiza por temas impositivos y mi hermano Alejandro conoció a muchos cuando intentó venderles Ferrari. Mi otro hermano, Francisco, había sido compañero de colegio del príncipe Juan Carlos de España, “Juanito” para nosotros, quien luego sería rey. Nos hicimos íntimos amigos. Su madre vivía exiliada en Lausanne porque los habían echado Franco. También nos hicimos amigos del príncipe Vittorio Emanuele de Italia, simpatiquísimo, y de María Gabriela, la hermana mayor que todavía vive, y de María Beatrice, que vivió un tiempo en la Argentina. También éramos amigos de un príncipe ruso y de Constantino, el rey exiliado de Grecia... ¡todos sin trono!

Uno de los argentinos más reconocidos a nivel internacional, la agenda de Santiago Soldati es tan grande que se le complica mantenerla actualizada

-Una vida ajetreada para alguien que había ido a estudiar.

-Me costaba mucho estudiar, pero terminé. Papá me dijo “o vas a Friburgo o te volvés a la Argentina”. Así que hice mi doctorado en Friburgo. Mi padre ya había estado en esa situación. Él también se divirtió mucho con las chicas en Lausanne y mi abuelo lo mandó a Friburgo. Ahí mi padre hizo dos grandes amigos: el hijo del dueño de La Rinascente, la gran tienda de Milán, y el príncipe alemán Bernardo, que luego se casó con la reina Juliana de los Países Bajos. Los tres juntos alquilaron un departamento. Lo genial es que cuando llego a Friburgo le alquilo un cuarto con baño común a una familia polaca holandesa. Le cuento a mi padre... ¡y resulta que era el mismo lugar donde estuvo él!

La vuelta a la Argentina

Cuando los hermanos Soldati regresaron a la Argentina, su padre era presidente de la Compañía Ítalo Argentina (“La compañía de electricidad, las oficinas estaban en Rivadavia al 100”, aclara Santiago) y vicepresidente del Banco Italiano. Su sucesor, quien creció con la responsabilidad de saber que un día sería el heredero natural del imperio familiar, era su hijo mayor, a quien bautizó con su propio nombre: Francisco. Aunque en la intimidad del hogar lo llamaban Pancho.

-El plan de tu padre, dijiste antes, era que ustedes continuasen con sus empresas.

-Por eso volvimos. Francisco empezó a trabajar en el Nuevo Banco Italiano. Yo me recibí como Doctor en Ciencias Económicas pero hice mi tesis acá. Papá me pidió que me ocupe del campo y me pidió que desarrollase el tema de los pollos, que los recibíamos para engorde. Cada uno nos fuimos haciendo. Alex no se recibió, así que papá lo llevó a trabajar con él en la Droguería Suiza. Alex era rebelde.

-¿Había reglas para entrar en la compañía?

-Sí, más bien. No entrabas directo como gerente: yo, por ejemplo, entré porque tenía mi doctorado y buenos antecedentes.

Una finlandesa y una historia de amor

En esta misma terraza adonde Santiago Soldati posa para LA NACION, a orillas de la calle Cerrito, hace unas semanas celebró su 55 aniversario de casado, las Bodas de Esmeralda, con Eva Thesleff de Soldati, una finlandesa a quien conoció cuando su padre estaba como embajador en el país.

La historia de amor de Eva y Santiago

Con mucho humor, revive su historia juntos: “Con Eva nos conocimos en 1970. Fui a un cóctel con un amigo americano que vino en viaje de negocios. Era en Belgrano. Entro, bajo unas escaleras y veo dos chicas divinas hablando con un amigo mío. Fuimos directo a saludar a mi amigo, pero solo queríamos conocerlas a ellas. Una era Eva, la hija del embajador de Finlandia. La otra era la hija del embajador de Canadá. Fue una gran casualidad. A los días ya la estaba festejando... ¡y a los cuatro meses le propuse casamiento! Fue en enero, en un restaurante de Punta del Este. Un golpe maestro”, cuenta.

-¿Estabas soltero?

-Solterísimo. Antes de conocer a Eva solo tuve tres novias, pero eran tres Miss Argentina.

Por primera vez en la entrevista, Eva toma la palabra. “Cuando nos conocimos yo vivía en la casa de mis padres. La primera invitación oficial que me hizo Santiago fue a ir al autódromo a ver una carrera de Fórmula 1. Él conocía al sueco Joakim Bonnier y a muchos famosos . Pero, ¿sabés lo que pasaba? Él me invitaba a salir fin de semana por medio. Y yo no entendía muy bien. Después me enteré que la última de esas tres novias que él te cuenta era azafata. Y Santiago salía con las dos: a mí me invitaba a mí a salir cuando ella volaba. Cuando me enteré, le dije: ‘O ella o yo’“, cuenta divertida.

Santiago: -Y dije, “bueno” (ríe). Yo trabajaba en Compañía General de Combustibles. Nos casamos en 1970 y nos fuimos a vivir siete meses a New York, de diciembre a junio. Hicimos muchos amigos. Nuestros hijos nacieron diez años después.

Junto a su esposa desde hace 55 años, Eva Thesleff Santiago y Eva, 55 años de casados.

El secuestro

El domingo 29 de abril de 1973, Santiago, el hijo menor de Francisco Soldati, fue secuestrado por la organización terrorista Montoneros.

Lo cuenta en primera persona: “Estábamos almorzando en el campo. Dos días después, el 1° de mayo, cumplían años mi padre y mi madre, los dos juntos. Él era 1908 y ella de 1910. Ese encuentro familiar, en San Miguel del Monte, durante todo el fin de semana, era su festejo. Papá tenía dos custodios porque ya habían intentado secuestrarlo. El fin de semana anterior había venido una persona para preguntar si teníamos caballos, nos pareció raro pero... ¿quién hubiese pensado? Entonces, el 29 poco después del mediodía, volvió a aparecer esta persona en un auto con un grupo de personas. Eran cuatro o cinco, en total. Caminaron hasta donde estábamos almorzando. A ese cumpleaños no faltó nadie, estaba toda la familia. Preguntaron por “Soldati” y yo fui el único que me levanté. Me agarraron y me llevaron a la fuerza hasta un auto, arrastrando. Justo en ese momento llegaba mi tío, Tomás de Estrada, que venía al cumpleaños de papá. Le agarraron el auto, un cero kilómetro que él cuidaba tanto, lo limpiaba todo el tiempo. Los secuestradores se repartieron en los dos vehículos. A mí me llevaron en un auto y a mi tío lo metieron en el baúl del suyo. La custodia de mi padre llegó a hacer algunos disparos y le pinchó las cubiertas a uno de los dos autos.

Aun hoy, Soldati recuerda cada detalle de su secuestro

-¿Cómo siguieron? ¿Veías?

-No. Pero más o menos sabía por dónde estábamos yendo. Al tío lo largaron en algún lugar... “La custodia avisó, lo están buscando”, decían. Llegamos a una estación de servicio, donde estaba esperando el relevo. Después de mil vueltas me llevaron a Quilmes, a una casa en la que me mantuvieron cinco días encerrado en un cuarto. Los muchachos, intelectualmente, no eran como cualquier asesino. Eran Montoneros. Imaginate: yo acababa de aprender a jugar al bridge y le enseñé a uno de mis secuestradores. Durante el encierro comí poco y nada porque no tenía hambre. Enseguida empezó toda la negociación. Me acuerdo que a lo lejos se escuchaba la radio y pasaban una canción que me gustaba, superconocida. Era La Montaña, de Roberto Carlos.

-¿Qué trato te dieron?

-Estaban el bueno y el malo, digamos. Había uno que venía cada tanto y me asustaba. Durante esos días negociaron con mis padres. Al final, llegaron a un acuerdo. Mi hermano Alejandro y el gerente de la droguería fueron en auto a llevar el rescate. Les dijeron que tomaran el tren, ¡pero el tren no funcionaba! Los secuestradores fueron en auto hasta la estación y esperaron que llegara mi hermano con el rescate, pero como el tren no andaba no pasó nada. Volvieron y me dijeron: “No vinieron, tu familia te entregó, no quiere pagar”.

-¿Se desesperaron?

-Había mucha tensión. “A ver, dame el teléfono de tu padre”, me dijo uno de los muchachos. Se lo di y ellos, mis secuestradores, empezaron la segunda negociación. Se comunicaron, pero como mi padre no podía manejar el caso, lo manejó Emilio Cárdenas. Mis padres vivían en este mismo departamento. Nosotros vivíamos unos pisos más abajo y ellos acá arriba, en este piso. Les pidieron una prueba de vida, necesitaban verificar que quienes pedían el rescate eran efectivamente los que me habían llevado. Mi familia pidió que les mandasen este anillo que uso todavía, con el sello de la familia. Alejandro y yo teníamos el mismo. Así demostraron que eran los que me tenían. Finalmente, mi familia pagó el rescate y esa misma noche me soltaron. Me llevaron a un puente, lo crucé y me tomé un taxi. Creo que me dejaron cerca de la ruta 3, en Monte Grande.

Las crónicas periodísticas de la época señalan que el rescate fue de un millón 800 mil pesos, unos 173 mil dólares de entonces.

Santiago Soldati Me decían El anillo, con el sello familiar, se convirtió en prueba de vida

Otro golpe letal

Las tragedias familiares marcaron la vida de Santiago Soldati. Seis años después, el accionar terrorista de Montoneros volvió a golpear a su familia de la manera más brutal: Francisco Soldati padre, quien fuera director de Nestlé y de la Compañía Braun Bovert en Suiza, fue asesinado.

Ocurrió el 13 de noviembre de 1979, a las 10:33 de la mañana. Continúa Santiago Soldati: “En el 77 muere mi madre por una enfermedad y en el 79 asesinaron a mi padre. Papá salía de acá, de este departamento de la calle Cerrito. Lo venían a buscar y se iba al trabajo, que era sobre la Plaza San Martín, en Marcelo T. de Alvear 684, entre Maipú y Florida. Salió, hizo un par de cuadras, y lo interceptan los guerrilleros en Cerrito y Arenales con dos o tres autos. Lo matan ahí, con una bomba. Yo estaba en la oficina, trabajaba en Carlos Pellegrini al 600, a unas cuadras de ahi, y escuché ruido de la bomba. Pero no tenía ni idea, jamás imaginé, que era una bomba para matar a mi padre“, se lamenta Soldati.

Su esposa Eva interviene: “Firmenich se autopronunció, dijo que él había sido uno de los autores. Esta fue la única causa que logró condena a Firmenich”.

“Fue una etapa muy dura. De un día para otro tuvimos que hacernos cargo de todo esto los tres hermanos, sobre todo dos, mi hermano Francisco y yo. Francisco debió asumir el cargo en Sociedad Comercial del Plata y yo de Compañía General de Combustibles”, dice Santiago.

-Vivís a dos cuadras de donde asesinaron a tu padre.

-Este era su departamento. Y esto que te cuento sucedió a unas cuadras de acá. Pensá que yo iba todos los días a la oficina y pasaba por ahí. Incluso hoy, cada vez que paso por ahí, caminando o lo que sea, me acuerdo de mi padre.

El heredero inesperado

Con el tiempo, Santiago Soldati fue desarrollando su propio estilo en el mundo de las corporaciones. Era un diplomático de los negocios, siempre tenía los mejores contactos, incluso los que abren las puertas más pesadas.

“Después tuve mi vida empresarial. Me fue muy bien, pero no fue suerte. Había hecho buenos contactos. Tenía el don de las relaciones públicas, que lo desarrollé en mi época de estudiante, en Suiza, y me quedó. Hice muy buen contacto con Alfonsín, que me llevaba en sus viajes. Ahí conocí a todos los periodistas que te puedas imaginar. Entre ellos, a un jovencísimo Tinelli”, describe.

El 5 de mayo de 1991, otra vez, la tragedia golpeó a su familia. Santiago Soldati estaba en Londres, en viaje de negocios, cuando su hermano mayor sufrió un accidente mientras jugaba al polo. “Se cayó y se mató -dice con evidente angustia-. Al final, fallecieron mis cuatro hermanos. El primero fue Francisco, en aquel accidente del polo. Después de eso, nunca más volví a jugar. Luego, con los años, murió mi hermana Pía de una enfermedad, más tarde mi hermana Verónica y después mi hermano Alejandro”.

-Después de tanto, ¿alguna vez te analizaste?

-No, nunca.

Sin tiempo para sanar heridas, Santiago Soldati tomó las riendas de los negocios familiares. El menor de los tres varones que Francisco Soldati padre mandó a prepararse a Europa se encontró frente a un de destino impensado. Fue un golpe duro, para el que nadie estaba preparado. A Santiago le tocó presidir Comercial del Plata. Pero el inesperado destino sacó lo mejor de sí hasta posicionarlo como uno de los empresarios más exitosos de la Argentina.

Con el Raúl Alfonsín, el primer presidente de la vuelta a la democracia

Sociedad Comercial del Plata (SCP), el holding que nucleaba a la mayoría de las empresas de la familia Soldati desde 1965, tenía participación mayoritaria en los sectores de energía, transporte, bienes raíces y alimentación. En los 90, SCP participó activamente en el proceso de privatizaciones de empresas del Estado. Soldati multiplicó y diversificó sus intereses. Participó del negocio del gas, ganó la concesión de Obras Sanitarias por 30 años, incursionó en medios con su participación en Telefe y grupo Telefónica. También ganó la licitación para desarrollar el Tren de la Costa.

Santiago Soldati viajó con el presidente Carlos Menem alrededor del mundo. “Era empresario, me iba bien”, dice con humildad.

Junto a Bill Clinton. Al recibir su condecoración de manos del presidente de Francia, Jacques Chirac

-¿Cuál fue tu negocio más exitoso?

-El más exitoso, sin dudas, CGC, Compañía General de Combustibles.

-¿Y tu negocio menos exitoso?

-También, sin dudas, El tren de la Costa.

-¿Y el que más te sorprendió?

-Probablemente, Millicom. Fui uno de los primeros con una empresa de internet en Argentina.

-Fuiste protagonista de la década de los 90, de las privatizaciones.

-Participamos en todas las privatizaciones. Me asocié a Telefónica de España y creamos la empresa acá. Los contactos valieron la pena. Todas las vinculaciones que tuve con el rey Juan Carlos... Aguas Argentinas, esa la creé yo con Aguas de Barcelona y una empresa de Francia y algún cliente argentino. Teníamos Telefe, los combustibles...

-Tu amigo, el rey Juan Carlos, te visitó en el Tren de la Costa. Allá también recibiste a Lady Di.

-Sí, ella vino a la Argentina después de aquella famosa entrevista (Nota del Editor: para la BBC, donde disparó la recordada frase “Éramos tres en mi matrimonio, una multitud”). En aquel momento estaban todos persiguiéndola.

-¿Viste la serie Menem?

-No. La empezamos y la dejamos... pero la tengo que ver. Con él trabajamos mucho juntos en crear privatizaciones.

-“Privatizaciones”, para muchos todavía es mala palabra.

-No, ¡es una palabra brillante! Antes no funcionaba nada. Mirá lo que pasa con el tren, ahora que lo maneja otra vez la provincia de Buenos Aires. Nosotros teníamos un teléfono único y lo compartíamos con mi cuñado, que vivía dos pisos abajo. Imaginate cómo cambiaron las telecomunicaciones gracias a la privatización.

-Hace unos años decidiste dar un paso al costado. ¿Cómo llegaste a esa decisión?

-La explicación es que un día la empresa entró en convocatoria. Después llegó un arreglo, se cubrió toda la deuda. Así vi irse el trabajo de muchas generaciones de mi familia, un gran desarrollo. Mirá que nosotros hicimos los gasoductos del área petrolera hasta Buenos Aires, a Chile…

En familia

Hoy Santiago se muestra feliz. Destaca las fotos de sus hijos Vanessa, Santiago y Sofía en sus respectivas bodas. Este año, además cumplió con un viaje muy importante, todos juntos (padres, hijos, yernos, nueras y nietos) fueron juntos a Europa. “Vanessa nació en el 80 y en 82 Santiago. Yo viajaba con Alfonsín a los distintos lugares, de ahí esa con Maradona en Roma”.

-¿Fuiste buen padre?

-No sé, la verdad. Viajé mucho, fueron años de mucho trabajo, pero en el verano que pasábamos en Chile yo era quien me ocupaba de los chicos, los llevaba al agua, les cambiaba los pañales. Esos veranos en Chile… teníamos íntimos amigos, así que íbamos en auto hasta Mendoza y ahí cruzábamos la los Andes, y nos íbamos hasta Cachagua.

-¿Hay reglas en casa?

-Soy muy puntual. Aunque, la verdad, acá nadie da bolilla.

-¿Con tus hijos fuiste tan exigente como tu padre con vos?

-Sofía estudió comunicaciones, Vanessa estudió publicidad pero lo que en realidad le gustaba la cocina, así que estudió primero acá y después la mandamos a Francia a un gran restaurante y después fue a San Sebastián. Santiago estudió administración de empresas y vive en Monte, se ocupa de los campos.

-¿Te cruzaste alguna vez con los Montoneros que te secuestraron y asesinaron a tu padre?

-Borrón y mi cuenta nueva, nunca tuve resentimientos. Sufrimos muchísimas tragedias en la familia y siempre miré hacia adelante.

Santiago Soldati y su familia en viaje por Europa en 2025Los contactos y negocios de Soldati lo convirtieron en una suerte de embajador empresarial Junto a Lady Di en su visita a la Argentina, al Tren de la CostaJunto a Carlos Menem. A lo largo de los años, Soldati ha recibido distintas condecoraciones internacionales por su trabajo. En su biblioteca, las fotos de las bodas de sus tres hijos La boda de la menor, Sofía, con Darío TurovelzkyVanessa Soldati, la mayor  Entrevista a Santiago Soldati, ex empresario Junto a su gran amigo, el rey emérito, Juan Carlos de España, Los Soldati, 55 años de casadosEntrevista a Santiago Soldati, ex empresario Entrevista a Santiago Soldati, ex empresario Entrevista a Santiago Soldati, ex empresario Junto a su hermano y el presidente Jacques Chirac Junto a la infanta Elena de Borbón En casa, frente al retrato de sus tres hijos

En La Elina con sus primos. Su tía, María Elina Láinez, se casó con el conde Gilberto Cahen d’ Anvers, padre de Mónica Cahen d’ Anvers

Entrevista a Santiago Soldati, ex empresario
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