FOZ DE IGUAZU.- No hizo falta la presencia, en esta ciudad de calor agobiante, de Ursula von Leyen, la por estas horas atribulada presidenta de la Comisión Europea, como tampoco hizo falta, días atrás, el abrazo con María Corina Machado, la opositora venezolana que llegó más tarde de lo previsto a la ceremonia de los premios Nobel, en la congelada Oslo.
Tanto en esta ciudad fronteriza como en la lejana capital noruega, Javier Milei se puso en la piel del líder de la derecha regional, el rol que más parece gustarle, y que el presidente Donald Trump agradece siempre que tiene oportunidad. Los triunfos de Rodrigo Paz en Bolivia y José Antonio Kast en Chile marcan la consolidación de lo que Milei llamó un “giro político regional” que el Presidente pretende aprovechar, para terminar de convertirse en “la” referencia de las ideas liberales, hoy de moda en buena parte del continente. En las antípodas de Luis Inácio Lula da Silva, quien hizo lo que pudo en la cumbre de presidentes para disimular su disgusto por la demora en la firma del acuerdo, justo a las puertas del año próximo, en el que intentará buscar su reelección.
A juzgar por su discurso, Milei fue el presidente del Mercosur menos compungido por el desplante que el francés Emmanuel Macron y la italiana Giorgia Meloni le generaron a Lula con su decisión de postergar la rúbrica. No por casualidad calificó a ambos de “geniales” y “muy inteligentes”, en la interminable charla del miércoles pasado con el youtuber Daniel Parisini, alias “Gordo Dan”, justo cuando el tándem Francia-Italia estaba por completar su golpe de nocaut contra Von der Leyen y el titular del Consejo de Europa, António Costa, quienes esbozaron las mejores disculpas que tenían a mano en una carta a Lula da Silva, luego de su fracaso político.
Nadie pudo saber si Milei no disfrutó, en silencio, del tropiezo de Lula da Silva, a quien el Presidente –sin recurrir a los insultos de antaño- considera el mejor ejemplo de líderes izquierdistas aferrados al “mástil del pasado”, una parábola a la que recurrió en una parte de los nueve minutos que le demandó leer su discurso en la cumbre.
Y a quienes criticaron su viaje a Oslo, les contestó a través de ministros y funcionarios, para quienes “no fue hasta allá para la foto, sino para dar un respaldo concreto a la pelea de María Corina”.
Como pretendido mejor alumno de Trump, Milei fue un paso más allá en la crisis de Venezuela y apoyó de modo abierto y decidido -en una reunión transmitida sólo por partes por la organización- lo que llamó “presión” de Estados Unidos sobre el chavista Nicolás Maduro. Una demostración de fidelidad que siguieron, aunque sin tanto entusiasmo, otros aliados de Estados Unidos en la región, como Paraguay, y también el gobierno de Daniel Noboa en Ecuador, que no integra el Mercosur pero se muestra opuesto al chavismo en todas sus versiones y alianzas, incluso la local, con el expresidente Rafael Correa como debilitado representante. Poco influyeron las durísimas críticas y advertencias del Partido Demócrata de Estados Unidos y las del propio Lula durante la cumbre, al despliegue militar norteamericano. Son parte del problema y no es momento para tibios, retrucan desde los despachos libertarios.
El salvataje financiero protagonizado por el secretario del Tesoro, Scott Bessent, días antes de las elecciones de octubre, sigue siendo motivo de gratitud para el gobierno libertario, aunque parte de los dólares nunca llegaron y el acuerdo bilateral comercial y de inversiones siga aún sin firmarse, por decisión del presidente norteamericano y su propensión a jugar simultáneas con casi un centenar de países con los que Estados Unidos tiene algún tipo de acuerdo comercial.
La mención del Presidente elogiosa José Antonio Kast durante la cumbre tampoco fue casual: Milei dejó trascender su satisfacción con el presidente electo de Chile, que a su reciente paso por Buenos Aires también usó el término “narcodictadura” para referirse al tambaleante régimen chavista.
Nadie llegó, por cierto, a cruzar los límites como el presidente argentino, en una osada apuesta por ponerse del lado del eventual ganador en el conflicto venezolano. Una contienda que, aún antes de desatarse del lado, ya luce desigual, con pronósticos sombríos de violencia y sangre derramada para toda la región.


