Crear un jardín para lucir en las cuatro estaciones puede resultar un desafío especial. Significa indagar, investigar, conocer, interpretar el mundo vegetal más allá de lo frecuente y común en viveros y modelos establecidos.
Durante mucho tiempo, los jardines se creaban con la tendencia de instalar arbustos como elementos principales y estructuradores, donde el color o el atractivo en cada estación estaban dados por las anuales más usadas. Con la renovación en las prácticas de mantenimiento, de conservación de recursos, de asimilación e imitación de lo “natural”, de ampliar el fin y propósito del jardín no solo hacia lo estético sino también hacia lo ambiental y ecosistémico, los integrantes del jardín fueron cambiando, así como su renovación.
Seleccionar y organizar las plantas, incorporar elementos estructurales para mantener el interés visual, elegir los materiales de jardinería adecuados y, sobre todo, preparar el terreno con una planificación y un diseño minuciosos es el punto de partida fundamental. La clave para diseñar un jardín que luzca bien todo el año comienza con una combinación acertada de materiales de hoja persistente y de hoja caduca, arbustos, plantas perennes y anuales, de acuerdo siempre con la escala del espacio verde.
Antes de comenzar las instancias del diseño del espacio a intervenir, es fundamental comprender las particularidades de su ubicación, como será el asoleamiento que recibirá el jardín, los microclimas existentes o a generar con los nuevos integrantes a incorporar, el tipo de suelo y la disponibilidad de agua, el futuro mantenimiento, el usuario, y especialmente, en qué momento del día o estación del año hay mayor uso del jardín.
En ningún caso aplicar recetas similares en ambientes y destinos diferentes será exitoso. Cuando se trata de jardines en espacios de veraneo, donde la frecuencia de atención y mantenimiento es más dilatada, la selección de los integrantes debe ser más estricta. Por otro lado, si el uso del espacio será al caer la tarde, existen numerosas opciones para lograr un mayor atractivo (especialmente en los jardines de luna o moon garden).
Lo que distingue a cualquier jardín de uno bueno es su estructura, cualquiera fuera su escala. Sin embargo, a muchos jardineros este concepto les resulta difícil de entender, sin saber cómo reconocerlo o plasmarlo en sus propios paisajes. Ocurre que, durante la primavera y el verano, cuando el jardín rebosa de color y vida en los climas templados, su estructura subyacente puede ser difícil de identificar. El foco de atención recae naturalmente en las “llamativas” del jardín: floraciones espectaculares que compiten por la atención. Pero en invierno, cuando el jardín se apaga, su estructura (o la falta de ella) se hace mucho más evidente.
Para lograr un jardín bien estructurado durante todo el año vale incluir una cierta variedad de leñosas que aporten una forma distintiva y un atractivo especial a través de las estaciones, manteniéndose firmes incluso en el tranquilo paisaje invernal. Por eso, crear un jardín vibrante y en constante evolución va más allá de las flores de temporada. Coordinar el color y la época de floración de las diferentes especies ayuda a resaltar y marcar la transición entre las estaciones, sobre todo en regiones de clima templado donde esta periodicidad está marcada biológica y culturalmente. Imaginar el impacto visual durante todo el año al combinar los diferentes matices y texturas que pueden aportar perennes y caducifolias es asegurarse una parte del éxito.
Nunca debería faltar la nota aromática en el jardín, ya sea a partir del follaje que al estrujar se huele o de flores que desprenden su aroma, muchas veces en horas de mayor temperatura. Nuestro estado de ánimo se pone rápidamente en alerta gracias al olfato. Esto es así porque el olfato llega directamente a la sección límbica del cerebro que controla los niveles de estrés, la frecuencia cardíaca y la presión arterial.
Siempre es bueno recordar las categorías vegetales o formas de vida que capitalizaremos en el diseño del jardín, para entender mejor su funcionalidad.
Los arbustos son aquellos vegetales leñosos, ramificados desde la base, generalmente sin un tronco principal, que pueden alcanzar una altura variable entre 1 y 5 m en estado adulto. Serán caducos o persistentes según la característica del follaje, cumpliendo en general funciones estructurales, como fondo de composición, cercos o límites de privacidad, punto focal, además de los aportes ecosistémicos que pueden sumar (contención de suelo y control de erosión, atracción o refugio de fauna, etc.).
Las enredaderas y lianas (también conocidas como plantas trepadoras, apoyantes o volubles) son un grupo de plantas que carecen de un tallo lo suficientemente rígido y fibroso como para mantenerse erguidas por sí solas. Por esta razón, necesitan trepar o enredarse en un soporte para poder crecer y alcanzar la luz que es el factor que, en general, marca su crecimiento. Los tallos de las plantas trepadoras pueden ser de naturaleza herbácea o leñosa. Cuando son herbáceos hablamos de enredaderas, cuando son leñosos se denominan lianas. Su uso en el paisaje generalmente está relacionado con la cobertura de cercos, alambrados, enrejados o, a veces, sobre otras plantas, a imagen y semejanza de un ambiente selvático.
Herbáceas y gramíneas se han convertido en los componentes fundamentales de los jardines de bajo mantenimiento. Como imaginó en las últimas décadas y definió también en palabras Piet Oudolf, ayudan al concepto de quinta estación, ese espacio de tiempo entre el otoño y el invierno con una calidad y temperatura de luz particular, en que pareciera surgir una nueva primavera, sobre todo en la maduración de gramíneas y herbáceas perennes.
Las herbáceas perennes brindan una secuencia de cambios y atributos sin demasiado que pedir a cambio, que las hacen valiosas ya que, una vez instaladas en su lugar y durante varios años, tienen una presencia, un crecimiento y una funcionalidad únicos. Por floraciones o por follaje brindan masas de color estacional que, por esa temporalidad, no saturan el diseño sino lo vuelven dinámico, cambiante. Es decir, dan un toque de vida al jardín. Poseen atributos de color, porte, forma y textura que las vuelven indispensables en todo esquema de plantación. Las hay para cualquier uso y finalidad, cada vez más gracias a coleccionistas y productores que ponen cada año nuevas plantas a disposición de los usuarios para lucir en los jardines.
Las gramíneas, por sus condiciones de rusticidad y bajos requerimientos en general, son las plantas ideales para jardines de bajo mantenimiento, para diseños en zonas con clima marítimo, húmedos o secos, con vientos salinos, llamados también “paisaje de sequía”, con insolación intensa durante la mayor parte del año. También para lugares de tránsito y, sobre todo, para los diseños que no contarán con una constante mano de obra para el mantenimiento. Las gramíneas nos acercan al paisaje natural del campo, a una vista silvestre, de movimiento, aportando frescura y naturalidad, con variedad en formas, colores, texturas, en algunos casos perfumes. La gran oferta de especies disponibles hace que haya variedades para rocalla, canteros, borduras, como cortinas, como ejemplares protagonistas del diseño o para ocultar vistas indeseables. Han marcado y marcan las nuevas tendencias en el diseño de jardines más naturales, ecológicos y en armonía con el paisaje natural que las rodea.
Biológicamente llamamos geófitos a aquellas plantas que tienen estructuras de reserva subterráneas (como bulbos, rizomas, tubérculos o cormos) que les permiten sobrevivir a las épocas desfavorables del año y regenerarse a partir de ellas cuando regresan las condiciones climáticas adecuadas. Brindan floraciones espectaculares y siempre son un desafío de cultivo.
Las llamadas especies anuales son aquellas plantas que completan su ciclo de vida en un año o en una temporada de crecimiento, desde que brotan las semillas y desarrollan follaje, tallos y flores hasta que producen semillas para la siguiente generación. Tras morir, no vuelven a crecer a partir de sus raíces originales, sino que deben volver a crecer a partir de semillas como individuos completamente nuevos. Estas especies suelen crecer más rápido y tienen temporadas de floración más largas, lo que las convierte en elementos de color y atractivo en momentos particulares del jardín, como complemento de temporada. Suelen adquirirse desde plantín en viveros o por siembra o resiembra de semillas.
Una comunidad en que la mayoría de los tipos anteriores estén presentes, balanceados, adaptados a las condiciones del sitio y a las necesidades de uso y disfrute, será el primer paso para lograr un jardín exitoso.